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Por qué hay que dudar sobre nuestra felicidad

Actualizado: 7 ene 2021

Una breve exploración a la falta de crítica hacia el placer como camino y a la felicidad como meta.

La felicidad debe ser cuestionada o uno puede caer en no saber cómo se llegó a "ser feliz".


En primera y antes de comenzar con este ensayo, tengo que aclarar que este NO ES UN TEXTO ACADÉMICO ni debe ser tratado como tal, difícilmente me atrevería a llamarlo una reflexión seria, puede ser más bien solo un compendio de ideas que surgieron a través de la discusión de un tema vagamente específico.


Me encontraba hace no mucho hablando con mi compañero y dueño de este blog, sobre algunas de las peculiaridades y desgracias que nos ha traído la cuarentena. Tras terminar nuestra breve discusión, no me quedó nada más que reflexionar un poco sobre estas cosas; irónico, sabiendo que una de las cosas que comentamos fue, precisamente, el valor de la reflexión. Esto nos llamó la atención gracias a un simple comentario de alguien ajeno a la conversación:

“Me gusta todo lo que me hace feliz".

A primera vista parece un comentario bastante inofensivo, y lo es hasta cierto punto, sin embargo, había algo dentro de ese enunciado que simplemente no “cuadraba” particularmente bien con ninguno de los dos, y como los cínicos desquehacerados que somos, decidimos aventurarnos en intentar entender el porqué de esto.


Definir lo que es la felicidad suele ser algo bastante complicado, solo con mencionar que ha sido tema de estudio para los filósofos desde hace cientos de años podemos darnos una idea del tamaño titánico de esta tarea; qué es lo que nos hace felices y como alcanzarlo es el camino que todos recorremos. Así que no sería errado pensar que es algo muy importante dentro de nuestras vidas. Principalmente fue eso lo que nos llamó la atención sobre el comentario “me gusta todo lo que me hace feliz”. ¡Pues claro! Como podría no hacerlo, si la felicidad es lo que todos buscamos tan desesperadamente. Aún así, creo que es una forma muy reductiva de ver el asunto sobre lo que nos hace felices; cuestionar lo que nos gusta y el porqué, también es un punto fundamental de la vida y del autoconocimiento, una parte que constantemente se ve atropellada por, irónicamente, el placer que nos traen “las cosas que nos gustan”. Fue esa autocrítica incompleta lo que nos llevó a debatir el porqué del comentario y ultimadamente, lo que me llevó a la creación de este ensayo.

La idea de la felicidad como un fin de consumo está más asociado a campañas de marketing, que a un objeto de vida.


Es constante la idea de que la “meta” de la vida es la felicidad, ya sea que te suscribas a este pensamiento o no, es difícil negar que la felicidad es ese algo que se busca constantemente; eso bueno y mejor. Sin embargo, muchas veces olvidamos que la felicidad no es una meta, es un residuo de las acciones (regresamos a la idea de: "me gusta todo lo que me hace feliz”) que no representa lo mismo para todos. Vivir bajo la idea de que la felicidad es “algo que se consigue” de la misma forma que conseguirías algún artículo de ropa, solo conviene a las compañías que venden en sí ropa, la felicidad ha sido ligada al consumo como si fuese la “meta” del mismo, alimenta un aspiracionismo retorcido que condiciona al que busca la felicidad a consumir productos que la representan.

"La felicidad ha sido ligada al consumo como si fuese la meta del mismo."

Pero no solo queda en “comprar felicidad”, ya que no solo se consume, sino que se muestra; a través del consumo se busca la aceptación del grupo, pues los humanos como seres tribales que somos buscamos la aceptación de nuestros pares. Ahora bien, esto no quiere decir que estamos diseñados para ser constantemente juzgados por millones de personas como sucede en la actualidad, nuestra psique se rompe bajo la presión de querer “encajar” dentro de todas las definiciones de “adecuado” o “bueno” de los tantos ojos que nos miran. Las sociedades de la información subyugan a los individuos a pasar dentro de esta máquina “cegadora” que los demuele y regurgita como productos listos para el consumo de las masas, despojándolos de su propia personalidad a cada “like” de distancia, haciéndolos cómplices de sus propias inseguridades y metiéndolos a la arena de “la atención” sin darse cuenta que se vuelven cómplices de la tortura comunitaria dentro de este mundo, jueces, jurados y verdugos de lo que “debe ser” sin ver los hilos algorítmicos que los controlan. El valor propio, las cosas que nos gustan, las que nos hacen felices, ya no son nuestras, se las dejamos a las pantallas ¿quién mejor para decidir quién quiero ser? ¿si sé que la respuesta será positiva siempre y cuando siga las pautas de lo que se expone como deseable?

Las sociedades de la información llevan a las personas a una búsqueda vacía de aceptación. La artista digital Ellen Sheidlin concentra dicho fenómeno en su obra.


Lo cierto es que no hay una fórmula para la felicidad, no importa que tan exitoso alguien crea ser, cuanto haya conocido, cuanto haya realizado; nada es una garantía para ser felices. Solemos caminar pensando cosas como “cuando tenga o haga x cosa seré feliz” pero como ya sabemos, la satisfacción que esto trae es finita, y los problemas que la limitan son muchos, acompañados de más problemas. La vida llega a ser un péndulo interminable entre el deseo, la decepción y el tedio. Sí, la búsqueda de placer es una constante, y la gratificación de las acciones que tomamos para alcanzarlo es más bien poca, o simplemente, no una suficiente para “vivir felices” (recuérdenme hacer otro artículo después tackleando particularmente este tema), entonces ¿qué hay de malo en hacer las cosas que me gustan para sentirme feliz? Pues… nada, ve, corre o has lo que sea que te dijeron en ese curso de coaching o lo que esté de moda en TikTok. Pero ya en serio, no hay nada de malo en hacer las cosas que te hacen feliz (siempre y cuando no afecten a los demás), el problema comienza cuando recordamos lo que puede pasar cuando nos dejamos guiar a ciegas por lo que nos hace felices; a priori, pensar en los hedonistas es algo que inevitablemente atrae (Satán sabe que yo me sentía atraído a ello), pero tras una examinación podemos ver los contras de las fiestas interminables y el sexo sin protección. Mi punto es, los humanos somos animales; esclavos de nuestros deseos, deseos que se representan en placeres y dolores que nos atraen constantemente y que se convierten en vicios (no me refiero tanto a algo como el alcoholismo, sino a que el placer es adictivo, pero cosas como las adicciones a las sustancias u actividades dañinas entran aquí), cosas que nos gustan y que nos hacen felices (o que nos gustan porqué nos hacen felices), si simplemente seguimos a nuestros instintos llegaremos a situaciones menos que ideales, situaciones peligrosas para nosotros y los que nos rodean. Es probable que esto parezca evidente para muchos, pero creo que eso es porque lo están leyendo, este tipo de cosas se encuentran bombardeándonos las 24 horas del día, los 7 días de la semana. Claro que puedes pensar en ese alguien que ha tenido un mal momento, pero ¿qué hay de ti? ¿de qué eres esclavo? Y más importante ¿quién está detrás de tus cicatrices? ¿dónde está la parte menos buena de la felicidad y de lo que te gusta?

Una felicidad no pensada puede convertirse en una entrega al hedonismo puro. Fotograma de Trainspotting (1996).


También es evidente que nadie es perfecto, y que por más que quisiéramos nadie posee todas las virtudes de las que nos habla Marvel, estas son más bien unas guías a ideales a los que nos gustaría asemejarnos y el único camino hacia ellas es el del fracaso. Esto no lo digo de una forma pesimista, todo lo contrario, sé que aun soy joven, pero cada vez se hace más claro para mí que el único maestro confiable en la vida es el fracaso, y el único constante. Teniendo esto tan presente uno desde afuera puede asumir que el proceso es tan simple como: intentar + fracasar + volver a intentarlo = mejorar. Supongo que para ciertas cosas eso puede parecer cierto, pero en el caso de la relación que tienen los vicios con los placeres/dolores las cosas dejan de ser tan simples y la línea comienza a disiparse. Incluso cuando una persona analiza su situación y puede señalar de forma condenatoria lo que es causante de dolor en su vida, no es tan fácil como asimilarlo, la mayoría de las veces eso que causa dolor también es lo que causa placer. Ya sea de forma sedativa o no, esto sirve como un escape de su situación externa o interna, un auto sabotaje voluntario enmascarado de vicio clínico, teniendo sus raíces en nuestra mente propiciado por un trauma o neurosis que nos orillan a buscar consuelo en algo que nos afecta a nosotros y a lo que nos rodea, al fin y al cabo, vicios tanto concubinos como verdugos.

"La mayoría de las veces eso que causa dolor también es lo que causa placer."

Desear el placer y tener que acomedirse al dolor no es tan simple como parece, pues ambos suelen ser deseados; el placer ofrece una realidad idealizada, un estado de éxtasis sin consecuencias inmediatas y gratificaciones instantáneas, mientras que el dolor es un castigo, no tanta consecuencia de la indulgencia como la causa de ella. El placer y el dolor no se intentan sobreponer uno de otro, el dolor es algo que se busca porque conscientemente se sabe de la cualidad menos que loable de sus actos dentro del vicio, si bien por vergüenza o genuino odio por el nosotros mismos el dolor es algo que se busca porque consciente o inconscientemente creemos ser merecedores de él. Estas actitudes tan extremas son reflejos de la psique rota (psique entendida como mente, los griegos y sus almas tendrán su espacio después) de los sujetos y en última instancia, del mundo que no solo lleva a estos comportamientos, sino que los alimenta y lucra con ellos.


El dolor también puede ser entendido como placer, en especial cuando creemos ser merecedores de ese sufrimiento.


Inicialmente iba a terminar el articulo por aquí, con una conclusión menos que adecuada, sin embargo, creo que se merece algo mejor, creo que todos merecemos algo mejor. No quiero que piensen que el mensaje de esto es: ¡Renuncia a los placeres carnales y vuélvete monaguillo! O algo así. Muy alejado de ello, creo que como humanos tenemos la capacidad y responsabilidad de encontrar el equilibrio, de no dejarnos caer en el vaivén de los extremos en las cosas que hacemos; que podemos encontrar virtudes reales y ser mejores, con nosotros y con los demás. De analizar nuestras acciones y de hacernos responsables de ellas, de caminar nuestro propio camino, de llorar, de sufrir, de perder y de seguir. Hay lugares difíciles, momentos horrendos, cosas que no merecemos y que tenemos que soportar, pero tú que estás leyendo esto: eres mucho más fuerte de lo que crees, confía en ti, cree en ti, se tu héroe cuando más lo necesites, el mañana es más brillante, solo aguanta un poco más.

Somos simios, no trascenderemos los placeres mañana, pero podemos trascender a lo que fuimos ayer.

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